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domingo, 12 de marzo de 2017

EL COMANDANTE BENÍTEZ Y LOS HÉROES DE IGUERIBEN

Monumento en Málaga al comandante Julio Benitez
        
        Últimamente y por culpa de un montón de salvajes anclados en lo más oscuro de la edad media, no paramos de hablar de los moros, musulmanes, mahometanos, islamistas, ismaelitas, agarenos, sarracenos o como puñetas haya que decirlo ahora para que nadie se sienta ofendido. Y esto, el hecho de tenerlo tan en la cabeza, aún sin quererlo, hizo que hace unos días y mientras disfrutaba del sol malagueño paseando por un parque junto a mi mujer, la única y auténtica compañera que a veces es capaz de aguantarme, al descubrir entre una madeja de plantas, algo más salvajes de lo que sería deseable, la estatua olvidada de un viejo soldado malagueño de las guerras de África, me hizo pensar en las muchas vidas que hemos perdido en este sur de Europa y norte de África y el poco valor y reconocimiento que les hemos dado siempre.
Desde que el emperador Otón, allá por el 69 dC y en prueba de afecto, agregó la provincia de Mauritania Tingitana a la de la Bética, convirtiéndose en la Hispania Tingitana (con capital en Tingis -Tanger- o Transfretana (más allá del Fretum -Estrecho-), con más o menos frecuencia y en periodos más o menos prolongados, España ha tenido tierras en el norte de África entre las que desde 1956 dicen ser el reino de Marruecos y otras aún más al sur. Sería muy largo y difícil explicar ahora en tan escueto texto el cómo y el porqué de que en el principio del siglo XX y entre otros territorios, todo el norte del actual Marruecos y con una extensión aproximada de un par de provincias, fuese de dominio español, unos desde el siglo XV y otros de nueva incorporación; pero la cosa es que lo era al igual que el resto de África pertenecía a otras potencias de la época. Y al igual que esas otras potencias, España tenía más de un problema a la hora de hacer uso de esos dominios y de digamos, explicárselo a las tribus locales. En 1921 y en medio de esas explicaciones con las tribus locales, comandadas por un nativo, antiguo funcionario del gobierno español que se consideraba estafado —que algo de verdad había— se produjo lo que ha pasado a la historia como el “Desastre de Annual” y que para no extendernos mucho, diremos sólo que, costó la vida a más de 10.000 españoles que huyeron del territorio y murieron en su mayoría ejecutados tras su rendición bajo palabra de que sus vidas serían respetadas.

En medio de aquel apocalipsis de sangre y sed, donde se perdieron como he dicho muchas vidas de nuestros soldados, de los suyos y de los que cambiaron de bando —que no fueron pocos— estaba el hombre del que quiero hablar hoy. Muchos fueron cobardes o ineptos, aunque estos en su mayoría siempre se escapan con vida y algunos de ellos, los de más alto rango, incluso consiguieron no tener que rendir cuentas una vez que todo acabó. Pero el Comandante Benítez, no era de esos, el fue de los otros, de los héroes que seguros de que luchaban por su Patria y de que debían hacerlo hasta el final, así lo hicieron, Y si bien en algún caso se les rindió tributo, en general quedaron olvidados para siempre y sin ningún respeto a sus actos, ya que sacarlos a la luz era sacar también lo que no interesaba.



El día 2 de julio de 1921 toma el mando de Igueriben, el comandante Julio Benítez. Ha sido durante unos días el jefe que ha mandado valerosamente la defensa del campamento de Sidi Dris y eso les da seguridad a sus jefes. Igueriben es un pequeño destacamento que se ha situado al sur de Annual, donde se encuentra el grueso del ejército de Melilla, con el fin de dar protección a éste contra los asaltos de las tribus rifeñas. Nada más incorporarse Benítez se da cuenta de que aquello, a pesar de haberse fortificado de la mejor manera, no es más que una loma que ni siquiera domina a las cercanas y tan imposible de defender como lo fue la de Abarrán, donde hace tan sólo un mes que cayeron sus defensores.

Destacamento de Igueriben (dibujo de la época)
Se han levantado muros y alambradas y se han cavado trincheras al tiempo que se montaron tiendas para vivienda y almacén, pero allí no hay una gota de agua. Hacia el norte, nada más bajar de la loma, hay un pozo, pero está seco; el agua hay que ir a buscarla un poco más allá, hasta el rio. A diario debe bajarse con las mulas a hacer aguada, los trescientos cincuenta hombres del destacamento consumen más de lo que sería deseable, puesto que al otro lado del río está la colina de los árboles, de algo más de altura que la de Igueriben y desde donde los rifeños llevan casi un mes practicando el tiro al blanco con los nuestros. Benítez comunica todo esto a su general, pero las órdenes son claras, permanecer ahí y defender la posición.
El día 14, las tropas de aquel antiguo funcionario desencantado (Abd el-Karim), formadas principalmente por labriegos que ni siquiera saben por qué están luchando pero que cada vez están más motivados y mejor armados, gracias al material arrancado de las manos de nuestros compatriotas muertos, que junto a las arengas de sus jefes religiosos les hace sentirse invencibles, comienzan a hostigar seriamente el campamento haciendo imposible las aguadas. Los montes y barrancos cercanos se llenan de miles de moros que gritan noche y día moviéndose alrededor de la posición que defienden nuestros soldados, unos más asustados y otros menos pero todos conscientes de lo que se les viene encima. El día 17 el cerco es total y nuestros hombres van ocupando los puestos donde, como nos recordaba nuestro más insigne caballero andante en su discurso de las armas y las letras, “…apenas uno ha caído donde no se podrá levantar hasta la fin del mundo, cuando otro ocupa su mesmo lugar…” y eso es lo que les esperaba, pues la mayoría no se moverían más de su puesto de guardia.
Guerra del Rif. Soldados defendiendo una posición.
El Comandante ha solicitado ayuda, y en respuesta a ello, desde Annual, tan cerca y a la vez tan lejos, se trata de romper el asedio a los de Benítez enviando un convoy con agua y municiones. Pero nada más salir se dan cuenta de que no les será fácil, están siendo acribillados por el enemigo, el jefe al mando ha sido de los primeros en caer, mientras la subida a la colina se hace interminable. Benítez mueve a sus tiradores para tratar de ayudar cubriendo a la caravana de acémilas que se acerca, pero lo que realmente consigue abrir brecha entre los asediadores, son las cargas del escuadrón de caballería de regulares que da protección al convoy. Muchas quedan en el camino, pero la mayoría de las caballerías cargadas consigue entrar en el reducto que se defiende. El Teniente Joaquín Cebollino, en el límite entre el valor y la locura irresponsable, al mando del escuadrón de caballería, vuelve a atravesar al enemigo, recupera sus heridos y regresar a Annual. Sin duda, esta muestra de valor, entrega y eficacia por parte de los miembros del escuadrón dieron pie no sólo a la merecida recompensa para Cebollino, sino a que más tarde fuese el Regimiento Alcántara, con sus cargas de caballería, el que se encargase de proteger la retirada o casi huida de Annual, lográndolo a costa de sus vidas. Aunque para nada, o casi nada, sirvió al final el sacrificio del Alcántara, al igual que acababa de pasar en Igueriben. El constante bombardeo de disparos a que había sido sometido el convoy, había conseguido que casi la totalidad del agua se perdiera por los agujeros de proyectiles que había en cuantas barricas llegaron. Un día duro, mucho calor y escaso líquido para limpiar del pensamiento tanta sangre como había costado. A partir de este momento no hubo más agua y se empezó a recurrir a beber el jugo de las pocas latas de conserva que aún existían.

Convoy de acémilas en la guerra del Rif
Esa misma noche los rifeños asaltan la posición sin dar descanso a los sitiados. Los artilleros disparan los cañones cargados con metralla hacia donde creen ver algo en la oscuridad, al tiempo que el resto lanza granadas o hace uso de los fusiles. “Esta noche los moros han estado tan cerca que podían escucharse sus insultos a los oficiales y las ofertas para rendirse a cambio de poder marchar libre, pero los nuestros contestaban con gritos de viva España y disparos hacia ellos”, dicen que escribiría Benítez. Al día siguiente y al tiempo que el sol asciende, lo hace también un olor insoportable; durante el combate, las casi 50 mulas del convoy que se encontraban entre los parapetos y las alambradas, han muerto o han sido sacrificadas para evitar que asustadas, lo destrozaran todo tras engancharse en los alambres. Los más de 40 grados del mediodía han hecho que se hinchen y están reventando, al tiempo que lo hacen también los labios resecos de los hombres que mascan mondas de patatas tratando de sacarles algo de jugo.
Conocedores de la situación por las constantes comunicaciones de los asediados, desde Melilla despegan dos aviones, pero lo poco que dejan caer sobre el enemigo no sirve sino para excitarlos aún más. En la loma de los árboles, el enemigo ha instalado un cañón que no para de bombardear la posición causando bajas y destrozos.

Durante la noche los intentos de asalto se intensifican, pero son rechazados gracias a las pocas granadas que les quedan; pero ya no hay más, se han agotado, no aguantarán si siguen así. A las cuatro de la mañana Benítez pide ayuda a la desesperada y en Annual se pone en marcha un nuevo convoy. Tres columnas tratan de abrirse paso, pero apenas han salido se ven obligadas a retroceder; se los están comiendo, el acoso llega hasta casi las puertas del campamento que se ve obligado a usar no sólo sus fuerzas sino incluso las que acaban de llegar de otros asentamientos, para permitir el repliegue.
En Igueriben han pasado el día disparando desde los parapetos, las granadas se acabaron, la munición escasea, quemados por el sol y la sed se han bebido incluso la tinta de los escritorios y se ha recurrido a guardar lo que el propio cuerpo expulsa y endulzarlo para mojar algo los labios; ya no hay asco, sólo necesidad. Todo el mundo tiene una piedra en la boca con la que intenta generar saliva. El día ha sido malo, ha muerto mucha gente y no se ha conseguido nada; mañana será peor.

Cabilas rifeñas asaltando una posición  cercada.
Al caer la nueva noche las oleadas constantes de enloquecidos enemigos asaltan y tratan de tomar la loma que los héroes defienden casi con los puños. Benítez que se gana el respeto de todos, lucha como uno más levantando el ánimo allí donde decae; pero las cargas son tan constantes que pide a Annual que bombardee alrededor del asentamiento. Por una vez, todo sale bien, y con perfección milimétrica los obuses caen alrededor de los nuestros y alejan asustados a los atacantes. El día 20 aunque sin poder abandonar los puestos de tiradores, les da un pequeño descanso. En Annual se ven incapaces de ayudar a Igueriben y temen al ver la multitud que también les rodea a ellos y la escasez de munición que se intuye.
La noche volverá a ser terrible, sólo quedan unos cien hombres en condiciones de luchar; apenas cubren el parapeto. A las peticiones de nuestro comandante, desde Annual contestan: “resistid esta noche, y mañana os juramos que seréis salvados, o todos quedaremos en el campo del honor.”

Lucha cuerpo a cuerpo entre españoles y rifeños.
Amanece el día 21 y en Annual se prepara un nuevo convoy y dos fuertes columnas para protegerlo que parten enseguida. Pero la moral de los hombres y su espíritu combativo son del todo inexistentes, evitan al enemigo, tiemblan, se esconden, están convencidos de que los moros los van a matar, no queda más remedio que retroceder. El general Silvestre, responsable de todo aquel desastre, que acaba de llegar con cuantos hombres ha podido encontrar en el cuartel de Melilla, ordenanzas, camareros, cocineros, carpinteros, herreros y en general más artesanos que soldados, junto a cuantos pelotas y enchufados, que no pudieron pagar las 2000 pesetas que eximían del servicio militar pero sí buscarse un buen puesto en comandancia —aunque siempre se lea por ahí que sólo los pobres iban a la mili, lo más exacto sería, que sólo los bastante ricos se escapaban, pues difícilmente alguien que no fuera rico podía tener en casa lo que vendrían a ser unos quince o veinte mil euros de ahora para que el niño no vaya a filas—, presencia el fracaso de intento de salvar Igueriben y la llegada del último comunicado de Benítez: “Parece mentira que dejéis morir a vuestros hermanos, un puñado de españoles que ha sabido sacrificarse delante de vosotros”. Silvestre contesta autorizándole a parlamentar con el enemigo, a lo que el comandante enfadado responde: “Los oficiales de Igueriben mueren, pero no se rinden”. Más tarde llegaría la orden de evacuar, y nuestro héroe mandó respuesta: “Nunca pensé recibir de vuestra excelencia orden de evacuar esta posición, pero cumpliendo lo que se me ordena, en este momento, y como la tropa nada tiene que ver con los errores cometidos por el mando, dispongo que empiece la retirada, cubriéndola y protegiéndola debidamente, pues la oficialidad que integra esta posición,  conscientes de nuestro deber, sabremos morir como mueren los oficiales españoles”. Se preparó una columna con protección en los flancos, vanguardia y retaguardia, se inutilizó cuanto pudiera ser de provecho al enemigo y se mandó el último mensaje: “Aún me quedan doce cargas de cañón que empezaremos a disparar para rechazar el asalto, contadlas y al duodécimo disparo, fuego sobre nosotros; pues moros y españoles estaremos revueltos en la posición”.
Inscripción en el monumento a Benítez.
Abiertas las puertas la tropa inicia la salida en dirección a Annual mientras los oficiales disparan a cuantos tratan de impedirlo asaltando tanto la loma como a la columna que trata de alejarse.
Las últimas horas de la tarde del día 21 de julio de 1921 ven llegar al campamento de Annual, lo que queda de la guarnición de Igueriben, en el mejor de los casos 36 hombres de los más de 350 que la formaban —aún hoy, como consecuencia de lo que después vendría para Annual, no está claro cuántos llegaron al campamento, pero se cree que entre 14 y 36 —, de los que algunos morirían como consecuencia del atracón de agua que se dieron. El comandante, don Julio Benítez, tras recibir un disparo en el pecho, quedó al igual que sus compañeros oficiales en aquella mal elegida loma. Sólo el teniente Luis Casado Escudero sobrevivió y fue hecho prisionero, tras dieciocho meses de reclusión trabajando en el huerto de su captor, volvería para contarnos la historia. Increíblemente unos años más tarde sería ejecutado a los pocos días del comienzo de otra fatídica guerra, acusado de “actividades antipatrióticas y antimilitares”

La caída de Igueriben fue el detonante mayor para lo que vino después y que, como dije al inicio, ha pasado a la historia con el nombre de “Desastre de Annual” y cuentan que se llevó a más de diez mil españoles. Se ha hablado de la ineptitud del mando en Melilla, de la pasividad del gobierno ante lo que se veía venir, de las carencias tremendas en el ejército que allí teníamos y de su falta de espíritu y su cobardía, pero 15 años de políticas cambiantes y una guerra después, hicieron que todo quedara callado, que siempre hubiera algo más urgente que hacer o aclarar y al igual que se olvidó a los cobardes o ineptos, se hizo lo mismo con los que lo dieron todo. Sirva esto, como mi pequeño homenaje a estos últimos, para traerlos de nuevo al pensamiento y para explicar por qué algunos seguiremos siempre defendiendo hasta el último trocito español por el que tanta sangre derramaron.

2 comentarios:

  1. Mi abuelo paterno estuvo 5 años en la guerra del protectorado.En el frente de Larache. Siempre me contaba(tenía 9 años) lo que los rifeños le hacían a nuestros soldados. Del desastre de Annual. Jamás pudo olvidarlo de su cabeza.Lloraba cada vez que me lo contaba(casi todos los días). Yo tampoco lo he podido olvidar y así se lo hago saber a mis dos hijas pequeñas. A nuestros soldados les cortaban los testículos y se los metían en la boca.General Silvestre, mi general, allá dónde se encuentre, es usted un inútil e incompetente.Prepotente y arrogante. Deshonra para nuestro glorioso ejército español. Lo único que usted hizo bién es hacer lo que usted y yo sabemos. Comandante Benítez, Mi comandante. Honor y gloria eterna para usted allá donde se encuentre. Siempre a sus órdenes mi comandante, ejemplo de hombría y entrega absoluto. Dios le bendiga siempre a usted y a sus hombres allá donde se encuentren

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  2. Si el Comandante Benítez fuera, en vez de un soldado español, un militar nortemericano, sin duda, tendría su heroica gesta reflejada en el cine y la conocerían todos sus compatriotas. Por mucho menos (llevar al desastre a sus soldados) es mundialmente conocido un militar temerario e incompetente como Custer. Pero ésto es España...

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