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Monumento en Málaga al comandante Julio Benitez |
Últimamente y por culpa de un montón de salvajes anclados en lo más oscuro de
la edad media, no paramos de hablar de los moros, musulmanes, mahometanos,
islamistas, ismaelitas, agarenos, sarracenos o como puñetas haya que decirlo
ahora para que nadie se sienta ofendido. Y esto, el hecho de tenerlo tan en la
cabeza, aún sin quererlo, hizo que hace unos días y mientras disfrutaba del sol
malagueño paseando por un parque junto a mi mujer, la única y auténtica
compañera que a veces es capaz de aguantarme, al descubrir entre una madeja de
plantas, algo más salvajes de lo que sería deseable, la estatua olvidada de un viejo
soldado malagueño de las guerras de África, me hizo pensar en las muchas
vidas que hemos perdido en este sur de Europa y norte de África y el poco valor
y reconocimiento que les hemos dado siempre.
Desde que el emperador Otón, allá
por el 69 dC y en prueba de afecto, agregó la provincia de Mauritania Tingitana
a la de la Bética, convirtiéndose en la Hispania Tingitana (con capital en
Tingis -Tanger- o Transfretana (más allá del Fretum -Estrecho-), con más o
menos frecuencia y en periodos más o menos prolongados, España ha tenido tierras
en el norte de África entre las que desde 1956 dicen ser el reino de Marruecos
y otras aún más al sur. Sería muy largo y difícil explicar ahora en tan escueto
texto el cómo y el porqué de que en el principio del siglo XX y entre otros
territorios, todo el norte del actual Marruecos y con una extensión aproximada
de un par de provincias, fuese de dominio español, unos desde el siglo XV y
otros de nueva incorporación; pero la cosa es que lo era al igual que el resto
de África pertenecía a otras potencias de la época. Y al igual que esas otras
potencias, España tenía más de un problema a la hora de hacer uso de esos
dominios y de digamos, explicárselo a las tribus locales. En 1921 y en medio de
esas explicaciones con las tribus locales, comandadas por un nativo, antiguo
funcionario del gobierno español que se consideraba estafado —que algo de
verdad había— se produjo lo que ha pasado a la historia como el “Desastre de
Annual” y que para no extendernos mucho, diremos sólo que, costó la vida a más
de 10.000 españoles que huyeron del territorio y murieron en su mayoría
ejecutados tras su rendición bajo palabra de que sus vidas serían respetadas.
En medio de aquel apocalipsis de
sangre y sed, donde se perdieron como he dicho muchas vidas de nuestros
soldados, de los suyos y de los que cambiaron de bando —que no fueron pocos—
estaba el hombre del que quiero hablar hoy. Muchos fueron cobardes o ineptos,
aunque estos en su mayoría siempre se escapan con vida y algunos de ellos, los de
más alto rango, incluso consiguieron no tener que rendir cuentas una vez que
todo acabó. Pero el Comandante Benítez, no era de esos, el fue de los otros, de
los héroes que seguros de que luchaban por su Patria y de que debían hacerlo
hasta el final, así lo hicieron, Y si bien en algún caso se les rindió tributo,
en general quedaron olvidados para siempre y sin ningún respeto a sus actos, ya
que sacarlos a la luz era sacar también lo que no interesaba.
El día 2 de julio de 1921 toma el
mando de Igueriben, el comandante Julio Benítez. Ha sido durante unos días el
jefe que ha mandado valerosamente la defensa del campamento de Sidi Dris y eso les
da seguridad a sus jefes. Igueriben es un pequeño destacamento que se ha
situado al sur de Annual, donde se encuentra el grueso del ejército de Melilla,
con el fin de dar protección a éste contra los asaltos de las tribus rifeñas.
Nada más incorporarse Benítez se da cuenta de que aquello, a pesar de haberse fortificado
de la mejor manera, no es más que una loma que ni siquiera domina a las
cercanas y tan imposible de defender como lo fue la de Abarrán, donde hace tan
sólo un mes que cayeron sus defensores.
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Destacamento de Igueriben (dibujo de la época) |
Se han levantado muros y
alambradas y se han cavado trincheras al tiempo que se montaron tiendas para
vivienda y almacén, pero allí no hay una gota de agua. Hacia el norte, nada más
bajar de la loma, hay un pozo, pero está seco; el agua hay que ir a buscarla un
poco más allá, hasta el rio. A diario debe bajarse con las mulas a hacer aguada,
los trescientos cincuenta hombres del destacamento consumen más de lo que sería
deseable, puesto que al otro lado del río está la colina de los árboles, de
algo más de altura que la de Igueriben y desde donde los rifeños llevan casi un
mes practicando el tiro al blanco con los nuestros. Benítez comunica todo esto
a su general, pero las órdenes son claras, permanecer ahí y defender la
posición.
El día 14, las tropas de aquel
antiguo funcionario desencantado (Abd el-Karim), formadas principalmente por labriegos
que ni siquiera saben por qué están luchando pero que cada vez están más
motivados y mejor armados, gracias al material arrancado de las manos de
nuestros compatriotas muertos, que junto a las arengas de sus jefes religiosos
les hace sentirse invencibles, comienzan a hostigar seriamente el campamento
haciendo imposible las aguadas. Los montes y barrancos cercanos se llenan de miles
de moros que gritan noche y día moviéndose alrededor de la posición que
defienden nuestros soldados, unos más asustados y otros menos pero todos
conscientes de lo que se les viene encima. El día 17 el cerco es total y
nuestros hombres van ocupando los puestos donde, como nos recordaba nuestro más
insigne caballero andante en su discurso de las armas y las letras, “…apenas uno ha caído donde no se podrá
levantar hasta la fin del mundo, cuando otro ocupa su mesmo lugar…” y eso
es lo que les esperaba, pues la mayoría no se moverían más de su puesto de
guardia.
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Guerra del Rif. Soldados defendiendo una posición. |
El Comandante ha solicitado ayuda,
y en respuesta a ello, desde Annual, tan cerca y a la vez tan lejos, se trata
de romper el asedio a los de Benítez enviando un convoy con agua y municiones.
Pero nada más salir se dan cuenta de que no les será fácil, están siendo acribillados
por el enemigo, el jefe al mando ha sido de los primeros en caer, mientras la
subida a la colina se hace interminable. Benítez mueve a sus tiradores para
tratar de ayudar cubriendo a la caravana de acémilas que se acerca, pero lo que
realmente consigue abrir brecha entre los asediadores, son las cargas del escuadrón
de caballería de regulares que da protección al convoy. Muchas quedan en el
camino, pero la mayoría de las caballerías cargadas consigue entrar en el
reducto que se defiende. El Teniente Joaquín Cebollino, en el límite entre el valor
y la locura irresponsable, al mando del escuadrón de caballería, vuelve a
atravesar al enemigo, recupera sus heridos y regresar a Annual. Sin duda, esta
muestra de valor, entrega y eficacia por parte de los miembros del escuadrón
dieron pie no sólo a la merecida recompensa para Cebollino, sino a que más
tarde fuese el Regimiento Alcántara, con sus cargas de caballería, el que se
encargase de proteger la retirada o casi huida de Annual, lográndolo a costa de
sus vidas. Aunque para nada, o casi nada, sirvió al final el sacrificio del Alcántara,
al igual que acababa de pasar en Igueriben. El constante bombardeo de disparos
a que había sido sometido el convoy, había conseguido que casi la totalidad del agua
se perdiera por los agujeros de proyectiles que había en cuantas barricas
llegaron. Un día duro, mucho calor y escaso líquido para limpiar del pensamiento
tanta sangre como había costado. A partir de este momento no hubo más agua y se
empezó a recurrir a beber el jugo de las pocas latas de conserva que aún
existían.
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Convoy de acémilas en la guerra del Rif |
Esa misma noche los rifeños
asaltan la posición sin dar descanso a los sitiados. Los artilleros disparan
los cañones cargados con metralla hacia donde creen ver algo en la oscuridad,
al tiempo que el resto lanza granadas o hace uso de los fusiles. “Esta noche los moros han estado tan cerca
que podían escucharse sus insultos a los oficiales y las ofertas para rendirse
a cambio de poder marchar libre, pero los nuestros contestaban con gritos de
viva España y disparos hacia ellos”, dicen que escribiría Benítez. Al día
siguiente y al tiempo que el sol asciende, lo hace también un olor
insoportable; durante el combate, las casi 50 mulas del convoy que se
encontraban entre los parapetos y las alambradas, han muerto o han sido sacrificadas
para evitar que asustadas, lo destrozaran todo tras engancharse en los
alambres. Los más de 40 grados del mediodía han hecho que se hinchen y están
reventando, al tiempo que lo hacen también los labios resecos de los hombres
que mascan mondas de patatas tratando de sacarles algo de jugo.
Conocedores de la situación por
las constantes comunicaciones de los asediados, desde Melilla despegan dos
aviones, pero lo poco que dejan caer sobre el enemigo no sirve sino para
excitarlos aún más. En la loma de los árboles, el enemigo ha instalado un cañón
que no para de bombardear la posición causando bajas y destrozos.
Durante la noche los intentos de
asalto se intensifican, pero son rechazados gracias a las pocas granadas que
les quedan; pero ya no hay más, se han agotado, no aguantarán si siguen así. A
las cuatro de la mañana Benítez pide ayuda a la desesperada y en Annual se pone
en marcha un nuevo convoy. Tres columnas tratan de abrirse paso, pero apenas
han salido se ven obligadas a retroceder; se los están comiendo, el acoso llega
hasta casi las puertas del campamento que se ve obligado a usar no sólo sus
fuerzas sino incluso las que acaban de llegar de otros asentamientos, para
permitir el repliegue.
En Igueriben han pasado el día
disparando desde los parapetos, las granadas se acabaron, la munición escasea,
quemados por el sol y la sed se han bebido incluso la tinta de los escritorios
y se ha recurrido a guardar lo que el propio cuerpo expulsa y endulzarlo para
mojar algo los labios; ya no hay asco, sólo necesidad. Todo el mundo tiene una
piedra en la boca con la que intenta generar saliva. El día ha sido malo, ha
muerto mucha gente y no se ha conseguido nada; mañana será peor.
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Cabilas rifeñas asaltando una posición cercada. |
Al caer la nueva noche las
oleadas constantes de enloquecidos enemigos asaltan y tratan de tomar la loma
que los héroes defienden casi con los puños. Benítez que se gana el respeto de
todos, lucha como uno más levantando el ánimo allí donde decae; pero las cargas
son tan constantes que pide a Annual que bombardee alrededor del asentamiento.
Por una vez, todo sale bien, y con perfección milimétrica los obuses caen
alrededor de los nuestros y alejan asustados a los atacantes. El día 20 aunque
sin poder abandonar los puestos de tiradores, les da un pequeño descanso. En
Annual se ven incapaces de ayudar a Igueriben y temen al ver la multitud que
también les rodea a ellos y la escasez de munición que se intuye.
La noche volverá a ser terrible,
sólo quedan unos cien hombres en condiciones de luchar; apenas cubren el
parapeto. A las peticiones de nuestro comandante, desde Annual contestan: “resistid esta noche, y mañana os juramos
que seréis salvados, o todos quedaremos en el campo del honor.”
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Lucha cuerpo a cuerpo entre españoles y rifeños. |
Amanece el día 21 y en Annual se
prepara un nuevo convoy y dos fuertes columnas para protegerlo que parten
enseguida. Pero la moral de los hombres y su espíritu combativo son del todo
inexistentes, evitan al enemigo, tiemblan, se esconden, están convencidos de
que los moros los van a matar, no queda más remedio que retroceder. El general Silvestre,
responsable de todo aquel desastre, que acaba de llegar con cuantos hombres ha
podido encontrar en el cuartel de Melilla, ordenanzas, camareros, cocineros,
carpinteros, herreros y en general más artesanos que soldados, junto a cuantos
pelotas y enchufados, que no pudieron pagar las 2000 pesetas que eximían del
servicio militar pero sí buscarse un buen puesto en comandancia —aunque
siempre se lea por ahí que sólo los pobres iban a la mili, lo más exacto sería,
que sólo los bastante ricos se escapaban, pues difícilmente alguien que no
fuera rico podía tener en casa lo que vendrían a ser unos quince o veinte mil
euros de ahora para que el niño no vaya a filas—, presencia el fracaso de
intento de salvar Igueriben y la llegada del último comunicado de Benítez: “Parece mentira que dejéis morir a vuestros
hermanos, un puñado de españoles que ha sabido sacrificarse delante de vosotros”.
Silvestre contesta autorizándole a parlamentar con el enemigo, a lo que el
comandante enfadado responde: “Los
oficiales de Igueriben mueren, pero no se rinden”. Más tarde llegaría la
orden de evacuar, y nuestro héroe mandó respuesta: “Nunca pensé recibir de vuestra excelencia orden de evacuar esta
posición, pero cumpliendo lo que se me ordena, en este momento, y como la tropa
nada tiene que ver con los errores cometidos por el mando, dispongo que empiece
la retirada, cubriéndola y protegiéndola debidamente, pues la oficialidad que
integra esta posición, conscientes de
nuestro deber, sabremos morir como mueren los oficiales españoles”. Se
preparó una columna con protección en los flancos, vanguardia y retaguardia, se
inutilizó cuanto pudiera ser de provecho al enemigo y se mandó el último
mensaje: “Aún me quedan doce cargas de
cañón que empezaremos a disparar para rechazar el asalto, contadlas y al
duodécimo disparo, fuego sobre nosotros; pues moros y españoles estaremos
revueltos en la posición”.
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Inscripción en el monumento a Benítez. |
Abiertas las puertas la tropa
inicia la salida en dirección a Annual mientras los oficiales disparan a
cuantos tratan de impedirlo asaltando tanto la loma como a la columna que trata
de alejarse.
Las últimas horas de la tarde del
día 21 de julio de 1921 ven llegar al campamento de Annual, lo que queda de la
guarnición de Igueriben, en el mejor de los casos 36 hombres de los más de 350
que la formaban —aún hoy, como consecuencia de lo que después vendría para
Annual, no está claro cuántos llegaron al campamento, pero se cree que entre 14
y 36 —, de los que algunos morirían como consecuencia del atracón de agua que
se dieron. El comandante, don Julio Benítez, tras recibir un disparo en el
pecho, quedó al igual que sus compañeros oficiales en aquella mal elegida loma.
Sólo el teniente Luis Casado Escudero sobrevivió y fue hecho prisionero, tras
dieciocho meses de reclusión trabajando en el huerto de su captor, volvería
para contarnos la historia. Increíblemente unos años más tarde sería ejecutado
a los pocos días del comienzo de otra fatídica guerra, acusado de “actividades
antipatrióticas y antimilitares”
La caída de Igueriben fue el
detonante mayor para lo que vino después y que, como dije al inicio, ha pasado
a la historia con el nombre de “Desastre de Annual” y cuentan que se llevó a más
de diez mil españoles. Se ha hablado de la ineptitud del mando en Melilla, de
la pasividad del gobierno ante lo que se veía venir, de las carencias tremendas
en el ejército que allí teníamos y de su falta de espíritu y su cobardía, pero
15 años de políticas cambiantes y una guerra después, hicieron que todo quedara
callado, que siempre hubiera algo más urgente que hacer o aclarar y al igual
que se olvidó a los cobardes o ineptos, se hizo lo mismo con los que lo dieron
todo. Sirva esto, como mi pequeño homenaje a estos últimos, para traerlos de
nuevo al pensamiento y para explicar por qué algunos seguiremos siempre
defendiendo hasta el último trocito español por el que tanta sangre derramaron.
Mi abuelo paterno estuvo 5 años en la guerra del protectorado.En el frente de Larache. Siempre me contaba(tenía 9 años) lo que los rifeños le hacían a nuestros soldados. Del desastre de Annual. Jamás pudo olvidarlo de su cabeza.Lloraba cada vez que me lo contaba(casi todos los días). Yo tampoco lo he podido olvidar y así se lo hago saber a mis dos hijas pequeñas. A nuestros soldados les cortaban los testículos y se los metían en la boca.General Silvestre, mi general, allá dónde se encuentre, es usted un inútil e incompetente.Prepotente y arrogante. Deshonra para nuestro glorioso ejército español. Lo único que usted hizo bién es hacer lo que usted y yo sabemos. Comandante Benítez, Mi comandante. Honor y gloria eterna para usted allá donde se encuentre. Siempre a sus órdenes mi comandante, ejemplo de hombría y entrega absoluto. Dios le bendiga siempre a usted y a sus hombres allá donde se encuentren
ResponderEliminarSi el Comandante Benítez fuera, en vez de un soldado español, un militar nortemericano, sin duda, tendría su heroica gesta reflejada en el cine y la conocerían todos sus compatriotas. Por mucho menos (llevar al desastre a sus soldados) es mundialmente conocido un militar temerario e incompetente como Custer. Pero ésto es España...
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