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martes, 29 de diciembre de 2015

SEGEDA, LA MURALLA ESPAÑOLA QUE DIO INICIO AL AÑO


El día primero del mes de enero, comienza un nuevo año, pero, ¿por qué? ¿Qué tiene de especial el uno de Enero?
Si nos vamos al inicio del uso del Calendario Romano veremos que ya en los tiempos en que Roma no era más que una pequeña ciudad con un rey, usaba este calendario y que fue Numa el sucesor de Rómulo en el trono el que añadió los meses de enero y febrero a un año que hasta entonces sólo tenía diez meses y se iniciaba en los idus de marzo, (el día 15 más o menos). Pero llegado el año 46 a.C, Julio Cesar instaura uno nuevo, el Juliano, que comienza cada año en las calendas de enero, (principios de mes), y que duraría hasta finales del siglo XVI. El mes de Martius (Marzo) si era un mes lógico para el inicio del año. Marzo es el primer mes después de los fríos invernales, del inicio de la primavera, del comienzo de la nueva campaña tanto agrícola como de la guerra, el mes de la elección de los nuevos representantes de Roma. Marzo era el mes del inicio del año y del inicio de todo. ¿Qué pasó entonces entre la época del amigo Nuna y la de Julio Cesar para que cambiaran ese inicio y por qué? Pues muchas cosas, menudos eran los romanos con 600 años de por medio.
Gracias a los estudiosos, historiadores y cronistas no tendremos que recorrer esos seis siglos para encontrar la solución a nuestras preguntas y podemos ir directamente al tiempo, lugar y circunstancias que dieron como consecuencia el cambio del inicio del año. Como no podía ser de otro modo eso ocurrió aquí en España o Hispania y fueron los españoles o hispanos el origen o causa de ese cambio.
Corre el año 179 a.C en la península ibérica que aún no termina de ser la Hispania romana pues el dominio no es total ni mucho menos. Los bellos, un pueblo celtibero con capital en Sekaisa o Segeda, —lo mismo da como la llamemos— lo que hoy quedaría dentro de la provincia de Zaragoza entre las poblaciones de Mara y Belmonte de Gracián, firman un tratado de paz o más bien sumisión con Roma a quien tributan anualmente y quien ante las continuas revueltas no les permite fortificar las ciudades. Pero en el año 154 a.C esto al parecer se ha olvidado o a algunos les importa un bledo y el rey Caro de Segeda decide ampliar el territorio amurallado o elevar la altura de las defensas actuales, la cosa es que Roma lo considera una ruptura del acuerdo y lo declara “casus belli” o motivo suficiente para tratar de exterminarlos. Tampoco está muy claro lo que fue, ya que los que nos lo contaron después fueron los romanos y algún griego como Polibio quien atribuye el origen de la guerra a las condiciones insoportables impuestas por la administración romana. Sea como fuere la cosa es que, la invencible Roma  decide reiniciar una guerra contra las tribus celtiberas de aquella zona y para eso cree que el mejor es Quinto Fulvio Nobilior, hijo de conquistador y por lo tanto bueno de necesidad. Pero nos encontramos ya en otoño cuando todo esto se lía, los que vienen ahora son los fríos que no es buena cosa para iniciar una campaña y si esperamos al inicio del año, allá por marzo, para nombrar al nuevo cónsul, mientras éste se hace cargo de sus legiones y se desplaza hasta Hispania habremos dado demasiado tiempo de ventaja a los bellos que ya se han unido a los Titios y pronto lo harán a los Arévacos (los de Numancia). Así que el senado romano que tiene unas ganas que no puede de aplastar a los levantiscos hispanos decide saltarse a la torera las normas y dando por finalizado el año nombra a su nuevo representante para las calendas de enero y de esta forma con el inicio de la primavera Nobilior ya se encontrará en Hispania al mando de 30.000 legionarios. En una época en que las campañas militares eran el principal cometido de los cónsules romanos y en que la falta de medios adecuados hacía impensables en la mayoría de los casos que esas campañas se realizaran fuera de los meses de buen tiempo, el senado vio rápidamente lo acertado  del inicio del año consular en el mes de enero, que permitía realizar todos los preparativos y desplazamientos de tropas antes de la llegada del tiempo de guerrear por lo que se instauró esta fecha, el 1 de enero, como la del inicio del año y así quedó hasta nuestros días.
Sólo un rastro nos ha quedado de aquel año que se iniciaba en el mes de marzo, así septiembre, octubre, noviembre y diciembre no son el séptimo, octavo, noveno y décimo mes como de su nombre debería deducirse, sino que se sitúan dos puestos más adelante al pasar enero y febrero a los primeros lugares, pero al menos nos lo seguirán recordando mientras no encontremos otro Julius o Augustus a quienes recompensar dando su nombre a un mes.
Visto esto, está claro ya que el inicio del año actual se fraguó en España, no podía ser menos, pero en lugar de algo tan idílico y digno de celebrar como la llegada de la primavera, el inicio de la siembra y la preparación para un nuevo ciclo de la vida, lo que dio origen a ello fue una supuesta sublevación o el intento de acabar con la independencia de quien se negaba a someterse, que terminó en un largo baño de sangre.
Alguno habrá aprendido el porqué del inicio del año en enero y del descuadre en el nombre y orden de los meses, pero quizá haya nacido en él la duda de qué pasó con los bellos de Segeda y el ejercito de Nobilior. Para eso y ya desde los tiempos de Heródoto existen lo que llamamos libros de historia, pero no seré cruel y ya que la idea era contar esas pequeñas anécdotas del pasado y responder dudas, no crearé otras y terminaré el relato aunque sea de una manera sucinta.
Pues bien, a partir de la primavera de este primer año de inicio en enero, el 153 a.C, las tropas de Roma en las provincias de Hispania, se encuentran dispuestas para la batalla y recibiendo más de un castigo por parte de los lusitanos en las tierras de lo que hoy sería Zamora e incluso más al este, lo que anima y da esperanzas a los bellos, que no obstante abandonan temporalmente Segeda ante tanto romano y buscan refugio algo más al oeste, en la Numancia de los Arévacos. Pronto las noticias de los triunfos lusitanos y de los abusos romanos hacen que el pueblo celtíbero se una en el deseo de plantar cara a Roma, y que cuando el día 23 de agosto, día del dios Vulcano, miles de legionarios en columna y al mando de Nobilior se dirigen hacia Numancia con la intención de tomarla al asalto y destruirla, el ejercito de Caro de Segeda, en lugar de esconderse temeroso, aprovechando su conocimiento del terreno y la prepotencia y seguridad de los romanos que les hacen tomar pocas precauciones, consigue sorprender a la columna en un paso estrecho donde cayendo sobre ella causan más de 6.000 bajas entre las que se encontraría el propio Nobilior  de no ser por la carga heroica de su caballería que le ayudó a huir con el rabo entre las piernas.  El desastre fue tan tremendo para Roma que esta fecha sería declarada como día nefasto y recordada siempre por las legiones que la consideraron poco menos que maléfica y ningún general romano después lucharía ese día a menos que fuera obligado. Las tropas de Caro, quien por cierto sí murió en esa primera batalla, se retiraron a Numancia en busca de refugio. Frente a esta ciudad, al llegar el otoño, tras reorganizar sus legiones y una vez recibidos refuerzos procedentes de África entre los que se incluían elefantes, Nobilior monta un campamento con la intención de asediarla. Pero más cabreado que nunca y viendo que se le escapaba la posibilidad de obtener su triunfo, pues el final del buen tiempo se acerca a pasos agigantados y con ello también el fin de su mandato, decide tratar de asaltarla. Cuentan que el impacto de una roca sobre la cabeza de uno de los elefantes que hasta ese momento tenían atemorizados a los asediados, hizo que éste se volviera contra las líneas romanas pisoteando a cuantos legionarios encontraba a su paso y que esto envalentonó a arévacos y bellos que decidieron realizar un temerario contraataque que hizo retirarse al cónsul hasta su campamento nuevamente derrotado. La cabezonería de Nobilior le obligó mantener el asedio a pesar de la llegada del invierno y de la falta de medios para soportarlo, lo que volvió a diezmar sus tropas hasta que con el nuevo año fue relevado del cargo y, humillado por unos pastores y agricultores de Hispania, emprendió su regreso a Roma.
Si bien hubo algún nuevo tratado de paz, lo cierto es que el abuso de los mandatarios romanos que en su mayoría sólo pretendían regresar a Roma cargando con los laureles del triunfo, hizo que Numancia y los bellos de Segeda se mantuvieran rebeldes hasta que veinte años más tarde, el último de los Escipiones, Escipión Emiliano, tras tres meses de resistencia, arrasara la ciudad. Pero esa es otra historia de la que a lo mejor hablamos algún día.


A pesar de que Nobilior en sus descargas de ira e impotencia se encargó de destruir y arrasar la vacía ciudad de Segeda y de que otros Nobiliores modernos continúan a día de hoy destrozando el patrimonio, podemos aún, si nos acercamos a la zona, ver algunos detalles que nos marcarán su ubicación, así como restos de aquella muralla en construcción por cuya causa el mundo entero inicia el año el día uno de enero sin tener ni idea de ello.

jueves, 10 de diciembre de 2015

DIOS ES ESPAÑOL Y LA INMACULADA DE INFANTERÍA.


Contaba un viejo paisano mío hace ya casi 600 años, un tal Juan Alfonso de Baena que debería de ser bastante más conocido de lo que es, que: “segund que disponen é determinadamente afirman los filosofos é sabios antiguos, natural cosa es amar é desear é cobdyçiar saber los ommes todos los fechos que acaesçen en todos los tienpos, tan bien en el tienpo que es ya pasado, como en el tienpo que es presente, como en el otro tienpo que es por venir”  En cuanto a lo del porvenir no digo yo que no, aunque sólo sea por aquello del resultado de la lotería, pero de lo pasado, de la historia, parece que ese “codiciar saber” ha decaído un poco en los últimos seis siglos; hasta el punto de que ya ni siquiera sabemos el porqué de nuestros actos. Celebramos fiestas de las que ni tan siquiera conocemos el origen, simplemente es fiesta y con eso ya nos vale; no veo mucho deseo de conocimiento yo ahí, como no sea el de conocer que día no tengo que trabajar.
Trataré de aportar algo de ayuda a aquel que aún sigue las disposiciones de "los sabios antiguos", narrando la épica historia que dio lugar a la celebración cada 8 de diciembre del día de la Inmaculada Concepción.

El día 7 de diciembre de 1585, en plena guerra de Flandes, el tercio español comandado por el Maestre de Campo don Francisco Arias de Bobadilla fue cercado en la isla de Bommel entre los ríos Mosa y Waal, en la actual Holanda. Sin víveres, sin ropa de abrigo y casi enterrados en el barro helado, estaban a la merced de la flota del almirante Holak que les rodeaba y cuya artillería no podrían soportar mucho tiempo. Ante la evidencia, el almirante holandés hace una propuesta de rendición honrosa a los españoles a lo que Bobadilla contesta: “los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra, ya hablaremos de capitulaciones después de muertos”.  Ante esta respuesta los rebeldes deciden abrir las compuertas de los canales inundando los campos y obligando al tercio a retirarse al monte Empel, única tierra que quedó sobre el nivel del agua. Ordenó el comandante español construir empalizadas y zanjas, más para tumbas que para trincheras, según cuentan comentó algún soldado. Y fue durante esos trabajos y cavando el barro con las manos que un soldado encontró una tabla pintada con una imagen de la Inmaculada Concepción. Bobadilla interpretó el hallazgo como una señal de protección Divina, o siendo rápido y vivo de mente como le supongo, supo aprovechar la oportunidad que el destino le daba para subir la moral; improvisó un altar para la imagen, la arropó con las banderas del Tercio y arengó a sus soldados para que combatieran por Ella diciéndoles: "¡Soldados! El hambre y el frío nos llevan a la derrota, pero la Virgen Inmaculada viene a salvarnos. ¿Queréis que se quemen las banderas, que se inutilice la artillería y que abordemos esta noche las galeras enemigas prometiendo a la Virgen ganarlas o perder todos, sin quedar uno, la vida?" En medio de la desesperación, el sufrimiento, la tristeza y la certeza de la muerte, había un rayo de ilusión y esperanza que hizo que los cinco mil hombres que perecían en aquel montículo gritaran al unísono: “¡Si, queremos!”


            Esa misma noche se levanto un viento frio que parecía dispuesto a acabar con las esperanzas de los españoles, pero que con el paso de las horas y a pesar de la apertura de las compuertas hizo que las aguas del Mosa comenzaran a helarse permitiendo que se caminara sobre ellas. Percatados de esto los españoles y al mando del capitán Cristóbal Lechuga comienzan el asalto a los barcos holandeses que tomados por sorpresa caen fácilmente unos y levantan el cerco otros ante el miedo de quedar atrapados en el hielo.
            En el fuerte a orillas del rio el temor hacía estragos en la moral de los holandeses que veían como sus naves caían en manos españolas; convirtiéndose en una desbandada al verse ellos mismos asaltados por unos Tercios que tras las penurias pasadas y por la rabia acumulada durante el asedio parecían poder acabar con todo aquel que se pusiera en su camino.
            Entre aquellos que huían se encontraba el almirante Holak quien según cuentan nos dejó la frase de aquella batalla: “Tal parece que Dios es español al obrar para mí tan grande milagro”
            Más tarde hubo de dar explicaciones de aquella derrota que ya se había dado por victoria y ante los argumentos de que tan sólo eran cinco mil españoles cercados, el almirante contestó: “cinco mil españoles que eran a la vez cinco mil infantes y cinco mil caballos ligeros y cinco mil gastadores y cinco mil diablos”
            En la mañana del día 8 de diciembre se alcanzo la completa victoria y ese mismo día sobre el barro helado del monte de Empel, cinco mil andrajosos y hambrientos infantes celebraron misa dando gracias y por aclamación de todos ellos fue nombrada la Inmaculada Concepción Patrona de los Tercios de Flandes e Italia y se fundó una Cofradía con el nombre de “Soldados de la Virgen Concebida sin Mancha” siendo Francisco Arias de Bobadilla su primer y orgulloso cofrade.
            En 1644 Felipe IV declara el día 8 de diciembre fiesta de guardar en todo el imperio. Posteriormente será Carlos III quien proclama a la Inmaculada Concepción patrona de todos sus reinos con lo que esta fiesta se extiende a medio mundo. Y por último en 1892 es nombrada patrona del arma de Infantería del Ejército Español.

            A día de hoy y si tenemos la suerte de poder viajar por aquellos parajes, veremos que a pesar de la humillante derrota, los holandeses han sabido conservar la memoria y existe una pequeña capilla que conmemora el hecho en el lugar donde ocurrió y en la que encontraremos a la Inmaculada Concepción rodeada de banderas españolas. Lo que sí que no han sido capaces de conseguir es, aclarar cómo pudieron congelarse las aguas del Mosa en una sola noche hasta el punto de que se pudiera caminar sobre ellas.

Ahora y una vez saciado el deseo de conocer los hechos pasados, podrá el que quiera celebrar la fiesta religiosa, la hazaña militar o simplemente saber al menos el porqué de no tener que ir a la oficina.

viernes, 27 de noviembre de 2015

El GRAN ESCUDERO DE LA VEGA DEL GENIL


El 2 de Diciembre se cumplen 500 años de la muerte de Gonzalo Fernández de Córdoba o Ferrández o incluso Hernández, que para todos los gustos hay entre los historiadores tanto de ahora como de entonces a la hora de dar nombre a nuestro héroe, aunque lo más lógico habría sido Fernández de Aguilar como también aparece en documentos de la época. Sea como fuere, Gonzalo pasó a la historia como el Gran Capitán debido a sus éxitos militares en la península itálica y no a los de la conquista de Granada, donde si bien tuvo un papel sin duda importante, por su cercanía a los Católicos monarcas, habría quedado oculto en el tiempo si no fuera por lo que vino después y gracias a la intervención de otro héroe que se perdió en las nieblas del olvido.
¿Quién era este otro héroe?, ¿qué hizo por nuestro Capitán? También en esto hay algunas dudas, aunque es fácil entenderlo entre papeles con tanto polvo acumulado. Existen dos versiones de la historia que si bien difieren poco en lo importante, sí lo hacen en algo que estaría bien conocer, el nombre del protagonista; así que nos centraremos en aquello que ambos historiadores o cronistas parecen dar por bueno:
En las escaramuzas producidas durante el asedio a Granada, siendo Gonzalo uno de los capitanes al servicio del rey Fernando, y mientras mantenía combate en la vega del rio Genil contra un grupo de guerreros del reino Nazarí, vio que cabalgaban hacia ellos un gran número de jinetes que reforzarían ese pequeño grupo enemigo contra el que mantenían combate en igualdad. Pasó Gonzalo al otro lado de una acequia y se enfrento a los moros mientras mandó a sus hombres huir diciéndoles: “Gocemos oy señores del error de los enemigos que tan descauillados vienen y seamos capitaneados de vergÿuenza y no de temor, que si comunicamos el ardid, no participemos el huir y nuestra huida bolvamosla en ira y demos vuelta”  Mientras todos giraban sus cabalgaduras y emprendían la huida, Gonzalo vio cómo su caballo herido caía a tierra dejándole indefenso ante las huestes que se acercaban. Fue entonces cuando nuestro héroe desconocido apareció en escena. Un escudero al parecer de nombre Valenzuela para unos pero Íñigo de Mendoza para el cronista Pérez del Pulgar, quien se recrea más en la historia, que al ver la situación en que su capitán se encontraba, saltando a tierra ofreció su caballo a Gonzalo diciendo: “tomad señor este, ca de pie no vos podreys salvar lo que yo sí”.  Galopaba nuestro hidalgo para alcanzar a sus hombres camino del real cuando aún pudo ver cómo el heroico escudero era atacado y muerto sobre la acequia.
Cuentan los cronistas, ambos en este caso, que el bueno de Gonzalo haciendo honor al nombre que más tarde sus hombres le darían, se interesó por conocer quién era aquel que en un acto que no llegaba a comprender, había entregado su vida a cambio de la de su señor y que conociendo que tenía mujer e hijos, se encargo del cuidado de todos ellos por el resto de su vida.

Valenzuela o Íñigo de Mendoza, que lo mismo nos da, escudero en las guerras que pusieron fin al reino de Granada, murió en aquel año de 1.491 en una acequia inundada de las fértiles huertas del valle del Genil con el único fin de permitirnos a todos contar con la figura de “El Gran Capitán” que más tarde vendría. Conmemoremos los 500 años de la muerte de Gonzalo, que sin duda fue un Gran Capitán, pero hagámoslo recordando y agradecidos al “Gran Escudero” sin cuyo acto nada habría que recordar, pues habría pasado a la historia como un hidalgo andaluz que murió en una acequia del Genil.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

EN EL CORAZÓN DEL MAR DE NATHANIEL PHILBRICK

  

          Si no me equivoco, el próximo mes de diciembre se estrena la película “En el corazón del mar” dirigida por Ron Howard y protagonizada por Chris Hemsworth; pienso ir a verla, pero como soy de los que no se esperan a que saquen la película, leí el libro antes de que llegara.
            Voy a comentar el libro y recomendar su lectura antes de ver la película, al contrario no tiene gracia. Pero primero y tras haber visto varios anuncios de lo que llegará a la gran pantalla creo necesario explicar que quizás se pueda uno hacer una imagen errónea de lo que nos cuenta la obra, al menos la literaria. Veo en esos “trailers” de cine muchas alusiones a “la verdadera historia de Moby Dick” y cosas por el estilo que a mi juicio enturbian más que aclaran la idea de lo que nos vamos a encontrar.
¿Qué relación hay entonces entre la historia de Melville “Moby Dick” y la de Nathaniel Philbrick? Muy sencillo; Philbrick en su obra, bastante bien documentada a mi juicio y saltando de vez en cuando entre el formato de novela y el ensayo periodístico o de investigación, trata de contarnos la historia del naufragio del ballenero norteamericano Essex a principios del siglo XIX tras ser embestido por un cachalote y la odisea de sufrimientos soportada por los miembros de su tripulación hasta su rescate. Esta historia, la real, fue conocida por Melville unos años después de ocurrir, de hecho incluso llegó a conocer a alguno de sus protagonistas; y esto le inspiró para inventar otra en la que un capitán ballenero se obsesionaba por cazar un cachalote blanco que terminaría hundiéndole.
            Ésta no es un cuento, no es una historia de ficción ni de aventuras, es la historia real de unos hombres que pasaban años fuera de casa intentando cazar el sustento de sus familias en la otra parte del mundo y que sin saber muy bien cómo un mal día se encontraron sobre un bote de ocho metros flotando en medio de la inmensidad del océano pacífico y donde tuvieron que arreglárselas para tratar de sobrevivir por espacio de tres meses.
            La historia engancha desde el mismo principio y te obliga a leer un capítulo más. Abundan los términos náuticos que la decoran y dan realidad a la narración, lo que gustará a los amantes del mar y de autores tipo Patrick O’Brian sin llegar creo, a hacer que se pierdan aquellos que sean legos en el mundo de las jarcias. El autor ha utilizado entre otras, las narraciones escritas en su momento por los supervivientes como fuente para su obra, de las que a mi parecer toma un ligero aroma de las novelas de aventuras de aquella época que ayuda a sumergirte en el relato, a embarcarte junto a los protagonistas en una de las balleneras y llenarte la piel de sal.
Se lee fácilmente en el fin de semana por lo que aún hay tiempo antes de ver la “peli” y encontrareis historia, aventura, emoción, pocos amoríos y sufrimiento hasta pasar los límites de lo humano. En el cine ya veremos lo que nos dan.

sábado, 21 de noviembre de 2015

LAS DOS VIDAS DEL CAPITÁN DE MARI PAU DOMÍNGUEZ



He de confesar que en un primer momento me pareció muy alejado de aquello que termina gustándome pero, quizás su prosa amena y de fácil lectura hizo que el tiempo o páginas trascurridas hasta que sin darme cuenta naciese en mí la atracción necesaria para no querer dejarlo, fuesen rápidos e imperceptibles. 
Alcanzado el ecuador de la obra los acontecimientos de importancia sucedidos a nuestro protagonista se amontonan de tal manera que no permiten al lector la distracción pues en solo dos páginas puede cambiar y de hecho cambia todo en esta gran historia de amor, de guerra y sobre todo de superación.
Para mí ésta, termina siendo una novela amena sobre la carrera de un insigne militar español, fantástica sobre la vida de un hombre que sufrió cuanto es posible hacerlo pero supo aprender de ello, y útil para el conocimiento de un momento trágico de la historia de España.
Al terminar su lectura te quedará el sabor de la injusticia y la necesidad de trasmitir lo que enseña para que figuras como la de Diego de Alvear no sean necesarias; todo ello como ya dije escrito en un lenguaje de fácil y amena lectura.

Recomendable para todo aquel que guste de la novela histórica española.

viernes, 20 de noviembre de 2015

40 AÑOS Y NADA QUE CONMEMORAR.


Hoy se cumplen 40 años de la muerte de Franco y 79 de la de Durruti o José Antonio y al parecer todos tienen motivos para celebrar o llorar algo. Pues yo, no tengo nada de eso.

Nadie queda vivo que tuviese conocimiento de lo que estaba ocurriendo cuando el anarquista Durruti recibió aquel tiro por defender Madrid o cuando encerrado en Alicante fusilaron a José Antonio por defender la otra idea de Madrid. Y de la de Franco, yo con cierta edad ya, sólo recuerdo que ese día colegios e Institutos estuvieron cerrados.
Moría Franco y como dice Carlos Herrera: “Empezaba otra España que iba a protagonizar un joven rey al que nunca agradeceremos suficientemente su implicación tozuda en la llegada de la democracia”.
 De una admirable manera y habiendo trascurrido menos de 40 años de la mayor de las barbaridades, estando aún presentes muchos de sus protagonistas, los españoles empujados por su joven rey y aún temerosos de las consecuencias, con asombro de propios y extraños, fueron capaces de compartir mesa. Fueron capaces de apartar todo el odio y rencor que aún pudiera perdurar, todas las ideas que chocaban contra las demás, toda la intransigencia y todo el extremismo y lo metieron en una caja en lo más profundo del desván. Rojos y blancos, derechas e izquierdas, proletarios y burgueses, residentes y exiliados, ricos y pobres, a todos consiguió aquel rey hacer sentar a la mesa; y todos trabajaron y cedieron por conseguir la España de la unidad y de las libertades, la de las urnas, la de las leyes que nos amparan y nos dan el derecho a manifestarnos y gritar nuestra opinión. Mi respeto y admiración a todos los que se sentaron a esa imaginaria mesa.
Pues bien, han pasado 40 años y algún imberbe mozalbete rebuscando en el desván se ha encontrado con la caja que guardaron los abuelos y cual la de Pandora  al abrirla ha dejado salir los males trasportando a cuantos la ven, de nuevo al mundo de los rencores. De nuevo se escucha a Durruti gritando que “al capitalismo hay que destruirlo y no discutir con él” o a José Antonio “levantando banderas en lucha enérgica y extrema”; volvemos a escuchar hablar de Guernica y de Paracuellos, de bandos y de generar miedo, de rojos y de fachas, y todo vuelve a tener su origen allí y no escuchamos, sólo culpamos al contrario de todos los males. No sé cómo, pero alguien podría intentar volver a cerrar ese cajón de mierda antes de que nos hagamos daño.

Yo hoy no tengo nada que conmemorar; si acaso “la tozudez del joven rey” al que ahora los imberbes dicen no deberle nada.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Treinta doblones de oro de Jesús Sánchez Adalid

Treinta doblones de oro de Jesús Sánchez Adalid.-

                He encontrado en esta novela una fantástica historia oculta; aquella que da título a la obra y que no sólo no esperará el lector, sino que además no encontrará hasta haber sido testigo de aquella otra que da forma a la obra narrándonos la vida de un muchacho que trata de abrirse camino en una España de la que si bien son muy conocidos los hechos de gran trascendencia, lo son poco o nada los que realmente importaban a los ciudadanos de a pie y que son los que envuelven nuestra novela. Lo veremos deambular para buscarse el sustento, caer en los sueños del amor e incluso cambiar toda su vida por ello en una España de galeones de oro y de paraísos lejanos, pero con una realidad de hidalgos sin hacienda y piratas Bereberes.

Sin duda merece la pena.

lunes, 16 de noviembre de 2015

CONTRA ELLOS, UNIDOS Y ORDENADOS “POR LA GRACIA DE DIOS”

Cuenta la leyenda: Que allá por los albores del siglo VIII encontrándose Florinda La Cava, hija del Conde don Julián, Gobernador de Tánger y Ceuta, bañándose desnuda en el rio Tajo junto a Toledo donde su padre la mandó para ser educada, fue vista por el rey don Rodrigo, quien prendado de su belleza la siguió hasta conseguir forzarla y hacer que Florinda perdiera su flor. No debió de gustar mucho esto al padre que en lugar de considerar que adquiría un nuevo hijo y además rey, decidió abrir las puertas a los moros que invadieron la península y acabaron con el reinado.
La historia, con casi tantas pruebas como la leyenda, lo cuenta de otro modo, lleno de traiciones e intereses económicos y políticos. Pero es menos romántico.


Sea como fuere la cosa es que, en cuatro días la España de aquel entonces se llenó de unos tipos que al grito de “Ala es grande” fueron cortando cabezas hasta llegar a los Picos de Europa. Parece ser que en principio no vinieron con la intención de quedarse, pero viendo el poco interés que pusimos por impedirlo y que no éramos capaces de ponernos de acuerdo ni tan siquiera en quién era el enemigo, otros cuatro días más tarde decidieron que en lugar de ayudar a rey ni conde ninguno, se quedaban con el botín y cuanto tan mansamente se les cedía. Su religión era su ley. Así que tiraron abajo cuantas iglesias había y con sus piedras y columnas construyeron mezquitas (por ejemplo en Córdoba), convirtieron en esclavo a todo el que renunciando a su fe tuvo la suerte de salvar la cabeza. Y en los últimos cuatro días de la docena dominaron el total de la península ibérica.
Tan sólo en las montañas del norte tras atravesar una  gran semidesértica meseta algunos grupos de pastores guiados por sus señores feudales consiguieron sobrevivir, gracias más seguramente al desinterés de los islámicos y lo escarpado de la zona que a la pericia militar de los que quedaron.
Tuvimos que esperar hasta el año 1212, quinientos años, para ponernos de acuerdo por una vez en que debíamos hacer frente común contra el enemigo y que tiempo habría después de arreglar esas diferencias que siempre nos separaban en lugar de unirnos. Quinientos años de darnos hostias entre nosotros más que combatir a quien nos había machacado, retirado nuestra fe, humillado, esclavizado y expulsado de nuestra casa.


Unos siglos más tarde sería  el rey Fernando el Católico, quien definitivamente los devolvería allá de donde salieron, el que contestando al embajador de Florencia a su pregunta de cómo era posible que un pueblo como el español hubiera sido conquistado, en todo y en parte, por galos, romanos, cartagineses, vándalos y moros; le dijo: “La nación es bastante apta para las armas, pero desordenada, de suerte que sólo puede hacer con ella grandes cosas el que sepa mantenerla unida y en orden”.
Fue ese “apellido” de “Católica majestad” junto al de “por la gracia de Dios” y algún que otro matrimonio de conveniencia los que hicieron nacer en los españoles la unidad y fervor o incluso miedo necesarios para mantenernos unidos y luchar por lo mismo. Y mientras existió nos ayudó a conquistar medio mundo, a ser los más grandes y me atrevería a decir los únicos justos dentro de la injusticia de los tiempos. Así fue hasta que Dios nos obsequió con algunos reyes a los que poca gracia les dio y comenzamos a desunirnos. Desde entonces nos dedicamos a volver a caminar en busca de las montañas. Todo aquello que aportamos al mundo lo fuimos perdiendo e incluso el merito de haberlo hecho.
Hace poco más de doscientos años el mundo cambió, “por la gracia de Dios”, y nos dimos cuenta que había algo que llamaron libertad, igualdad y fraternidad. Pero aunque era bonito, nuevamente con engaño se colaron en casa a imponérnoslo por la fuerza. Tan desunidos estábamos que nos volvieron a arrinconar en una esquina. Esta vez en el sur, en una pequeña tacita de plata a la que llamamos Cádiz. “Por la gracia de Dios” seguro, porque si no, no lo entiendo, conseguimos unirnos de nuevo y esta vez caminando hacia el norte en lugar del sur conseguimos echarles.


Como buenos españoles comenzó nuestra pelea. No habiendo enemigo peleemos entre nosotros. Hemos pasado los últimos dos siglos repartiéndonos el poder y los guantazos por turnos, a ratos más unidos y a ratos más separados. Hemos creado repúblicas, reinos y hasta cantones. Hemos perdido todo cuanto no era la vieja España y hemos llegado hasta a declarar la independencia de Jumilla. Pero nunca le hemos visto las orejas al lobo en este tiempo y nunca ha pasado nada.
Nunca le hemos visto las orejas al lobo, porque no sabemos verlas. Cuando los lobos nos rodean nosotros nos dedicamos a discutir si son o no lobos, si son o no malos todos los lobos, si siendo lobos deberíamos permitirles o no entrar, si debemos tratarlos como amigos o como enemigos, como víctimas o como verdugos y así una y otra discusión que se alargan en el tiempo mientras los lobos se relamen y ayudan a separarnos por aquello del “divide y vencerás”.


Pues bien más divididos no podemos estar. Nuestros mal entendidos regionalismos se convirtieron otra vez en nacionalismos y éstos en separatismo. Nuestros amigos del “paz y amor” apedrean en las manifestaciones a los agresivos que salieron con la pancarta de “sólo con la fuerza se arreglará”. Y mientras tanto el lobo, en este caso otra vez el lobo islámico, que no ha cambiado, que sigue siendo aquel que entró a vengar la pureza de Florinda, que no ha conocido de la libertad, igualdad y fraternidad que los franceses al final nos regalaron, aprovechándose de ellas, de nuestra indecisión, y sobre todo de nuestra incredulidad en que pueda existir tanta maldad tras siglos viviendo entre algodones en un mundo rosa donde siempre estuvimos protegidos, nos rodea y nos ataca. Usa nuestra libertad para moverse por casa, nuestra igualdad para reivindicar que no se le pongan impedimentos a sus ideas y nuestra fraternidad para exigirnos que hagamos un hueco entre nuestras creencias para que entren las suyas. Y les hacemos hueco por aquello de no todos pueden ser malos y son casos aislados de radicales y seguimos discutiendo y ellos siguen avanzando y usándonos para destruirnos y nos volverán a arrinconar.

Si no nos ponemos de acuerdo otra vez, si no controlamos a quien entra en casa y verificamos que viene a jugar con nuestras reglas y no a aprovecharse de ellas para imponernos las suyas, volverán a arrinconarnos. Y entonces sólo obligándonos “por la gracia de Dios”, unidos y ordenados como dijera El Católico, saldríamos de ese rincón.

LA GUERRA CIVIL DE PÉREZ-REVERTE

Escrito por BERNALAMARULA 13-11-2015 en LECTURAS

Creo haber leído por ahí en alguna entrevista al autor, que se trata de un libro destinado a lectores de 9 a 12 años de edad. Pues bien, tenga usted en cuenta eso antes de adquirir el libro. Si usted tiene más de 15 años y tras la lectura del volumen ha aprendido algo nuevo, mal, muy mal esta la educación en esta España nuestra entonces. Otra cosa muy distinta es que tenga la natural curiosidad por ver el enfoque que don Arturo le da a un tema que siempre hemos tenido que coger con pinzas para que no nos tachen de esto o aquello otro. Si ése es el caso y no tiene inconveniente en soltar los 17 o 18 euros que se pagan hoy en día por cualquier librito; se llevará a casa un precioso ejemplar maravillosamente ilustrado y digno de figurar entre las cosas bonitas de su biblioteca.
¿Quiere esto decir que de poco sirve el libro? No.
Si eres uno de esos jóvenes (muy jóvenes) a los que va dirigido el libro, encontrarás una suave y sucinta manera de explicar que ocurrió en España durante aquella maldita guerra. Sin culpar a nadie de ello o tratando de repartir la culpa lo mejor posible. Sin valorar más que lo justo lo bueno o malo de los hechos y los métodos empleados, sino tan sólo contándonos lo que más o menos queda probado que ocurrió.
Aunque algo escueto a mi modo de ver,  (el libro cuenta con unas 130 ó 140 páginas de las cuales en realidad tan sólo unas 30 ó 35, escritas poco más de la mitad, son de texto. El resto: títulos, páginas en blanco y las fantásticas ilustraciones de Fernando Vicente) es sin duda una estupenda herramienta, precisamente por su simplicidad, a la que el padre o pedagogo puede echar mano para introducir a su alumno de la forma más suave posible en tan controvertida parte de nuestra historia.
Dejando pues claro que se trata de un trabajo muy escueto, destinado a dar una muy básica idea general de la historia del conflicto a un lector con nulos conocimientos de los hechos. Yo sólo habría añadido un par de páginas más en el inicio, en esos tres “pequeños títulos” que tratan de exponer las causas que dieron origen a la barbaridad. Pero yo no soy el autor y sin duda don Arturo de eso entiende bastante más que yo.

Mi recomendación:
Si tiene usted un hijo con menos de 13 ó 14 años a lo sumo o se dedica con real interés, no como tantos otros, a la enseñanza de estos chicos; cómprelo.
Si le gustan los libros “bonitos”; cómprelo.
Pero si usted ya conoce la historia de España en esa mínima cantidad que todos deberíamos de conocer; no tiene un sobrino, nieto o similar a quien regalarlo; en su biblioteca no entran más joyitas o 18 euros le fastidian la compra de la semana; pidiendo perdón a don Arturo yo le diría que no lo compre.

SANGRE EN LA CALLE DEL TURCO

Escrito por BERNALAMARULA 10-10-2015 

Comenzaré esta sección del blog con mi última lectura, por dos razones; porque me ha gustado y porque se trata de uno de los trabajos de mi paisano  cordobés José Calvo Poyato y creo que hay que fomentar lo propio al menos cuando es bueno. No voy a comentarles la vida y milagros del autor ni a hacerles un resumen de los avatares que acontecen al protagonista de la obra. Eso podemos encontrarlo en cualquier esquina de este tremendo archivador que se llama internet.
Lo que si voy a tratar de reflejar es lo que en mi ha producido la lectura de este libro que aunque llevaba algún tiempo compartiendo estantes con el resto de la biblioteca familiar, no fue hasta la semana pasada cuando me decidí a abrir sus páginas.
Ha sido para mí una forma amena de revivir una pequeña parte de uno de los periodos más complejos de  nuestra historia. El nacimiento de las “libertades” y la necesaria adaptación de las monarquías. Todo ello al tiempo que tratamos de descubrir quién, por qué, cómo y hasta dónde mataron a Prim. No cabe duda que nuestro protagonista en esta obra es un tio con una suerte increíble, ya me gustaría a mí ir encontrándome el trabajo hecho como le ocurre a él. Pero a pesar de ello sabe mantenernos atentos a lo que viene después y eso es todo un merito conociendo todos de antemano el desenlace final.
Pues muy bien don José; a mí su libro me ha gustado y aunque confieso que es el primero que he leído de los muchos que ya ha escrito, prometo que no va a ser el último pues tengo a mano uno sobre otro paisano nuestro.