Hoy es el día en que
celebramos a Santiago apóstol, a Jacobo, sí, sí, a aquel que se paseó con su
caballo blanco por la batalla de Clavijo, a matamoros, ¡uy, perdón! que ese
nombre no es correcto ahora; a aquel a quien se encomendaban las tropas en Las
Navas al grito de ¡Santiago! ¡Y cierra, España! Y por consiguiente no paramos
de hablar del tema y podemos ver cientos de escritos de este tipo. Pero sobre
todo se habla de esa frase, de ese “grito de guerra” o de ánimo y orden, que
también yo he escrito; del significado de ese "cierra". Y es que con el tiempo, y
la desmilitarización de la vida, el verbo cerrar ha perdido alguna que otra
acepción. Pero vamos, que no voy yo a entrar en eso; investigue el que
desconozca que ya he dicho que hay muchos que lo explican. Sólo digo que tal y
como están los días, quizás sea cosa de que España vaya “cerrando”. Y usen
ustedes aquí la acepción que más les convenga.
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lunes, 25 de julio de 2016
jueves, 14 de julio de 2016
NO ERA TAN TONTO EL CONDE
Estaba
hace unos días viendo esa caja que a todos a veces nos emboba, cuando en una
entrevista a uno de los que ahora llaman intelectuales y en otro tiempo cómicos,
y como contestación a una pregunta sobre la época de Los Austrias; el que al
parecer también se creía antropólogo e historiador dijo, que en aquellos siglos
era facilísimo engañar a la gente, que tratar con ellos era como hacerlo con
niños y por consiguiente fáciles de dominar. Parece ser que ahora está de moda
pensar que los de antes, los que nos precedieron en aquello de pasear por el
valle, eran más tontos o no sabían hacer las cosas; nosotros todo lo habríamos
hecho mejor. No entraré a discutir esto, no merece la pena. Lo que si haré es
narrar una historia que me vino a la mente en aquel momento.
Allá
por los primeros años del siglo XVII vivía don Juan de Tassis y Peralta, II
Conde de Villamediana personaje famoso en la Corte, Correo Mayor del Rey, gran
poeta poco conocido por coincidir en su tiempo con Góngora, Quevedo, y otros
muchos que oscurecieron su figura en ese campo; y tremendamente aficionado al
juego, a la fiesta, y a las mujeres, quienes al parecer no se le resistían.
—Sí, ya existían “vivillos” por aquella época— Cuentan de él numerosas
anécdotas sobre sus supuestos amoríos con la Reina y sus juegos de palabras e
indiscreciones en público. Pero no son éstas, que pueden encontrarse en
cualquier parte, que recomiendo conocer y que no contaré por no alargarme, las
que nos interesan sobre nuestro personaje; sino otra que seguramente un fraile
trató de ocultar y por ello es casi desconocida.
Dicen
que una buena mañana cuando el Conde se dirigía hacia la Villa y Corte, encontrándose
ya en los arrabales y al pasar junto a la Iglesia de Nuestra Señora de Atocha,
decidió entrar, —seguramente en penitencia por sus excesos pasados o por los
que pensaba cometer— y al hacerlo encontró a uno de los frailes que junto a la
puerta pedía limosna con un pequeño cestillo. Echó mano don Juan a su bolsa y
tomando una moneda de oro la dejó caer en el tabaque. El dominico se lo
agradeció diciendo: “¡Ah! señor habéis sacado un alma del Purgatorio”. —El de
Villamediana que ya seguía su camino hacia el interior del templo, dio media
vuelta y puso otra moneda. “Ya
librasteis a otra infeliz alma de sus penas”, —dijo el reverendo. Y así
sucesivamente, una tras otra, entregó seis monedas de oro el Conde al cestillo
del fraile mientras a la caída de cada una éste añadía: “¡Otra infeliz alma
sale del purgatorio!” “¿Me lo aseguráis?”, dijo don Juan. “¡Oh! Señor,
—respondió sin vacilación el fraile—, puedo aseguraros que ya están esas seis
almas en el cielo.” “Pues devolvedme las monedas —añadió el Conde, al tiempo
que las cogía del cesto—, que de nada pueden ya servir, porque si las almas
entraron ya en el cielo es muy seguro que no han de volver a purgar.”
Creo
sin duda, digna de conocer la historia de nuestro Conde quien murió asesinado
quedando todo ello envuelto en el misterio. Fue como ya dije poeta, jugador,
amante y loco pendenciero, pero de lo que estoy seguro, sobre todo, es de que
no fue un tonto ni se le podía engañar como a un niño a pesar de haber vivido
hace muchos años; o al menos, aquel dominico de Atocha no supo cómo hacerlo.
Romance
escrito por Antonio Hurtado de Mendoza a la muerte del Conde de Villamediana:
Ya sabéis que era Don Juan
dado al juego y los placeres;
amábanle las mujeres
por discreto y por galán.
Valiente como Roldán
y más mordaz que valiente...
más pulido que Medoro
y en el vestir sin segundo,
causaban asombro al mundo
sus trajes bordados de oro...
Muy diestro en rejonear,
muy amigo de reñir,
muy ganoso de servir,
muy desprendido en el dar.
Tal fama llegó a alcanzar
en toda la Corte entera,
que no hubo dentro ni fuera
grande que le contrastara,
mujer que no le adorara,
hombre que no le temiera
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